En 2011, me trasladé de América Central a América del Sur para dirigir un proyecto cafetero en Colombia, que se estaba recuperando activamente de un brote de roya del café. Al año siguiente, cuando la roya del café irrumpió en América Central, mis colegas me invitaron a volver para apoyar la respuesta. En ese trabajo, me encontré compartiendo con ellos la sabiduría intemporal de un proverbio que probablemente conozcan:
El mejor momento para plantar un árbol fue hace 30 años. El segundo mejor momento es ahora.
Me resonó profundamente por mi experiencia en Colombia, que inició la respuesta a su brote de roya del café de 2008 en 1927.
Ese fue el año en que Colombia creó la Federación Nacional de Cafeteros para liderar el sector. En 1938, estableció el centro de investigación Cenicafé, que empezó a trabajar con el híbrido de Timor en la década de 1950. Colaboró con los bancos para crear productos de servicios financieros adaptados a las necesidades y los ciclos de la producción de café, reunió un ejército pacífico de agrónomos cafeteros de camisa amarilla, produjo programas de radio para comunicarse directamente con cientos de miles de cultivadores dispersos por los Andes colombianos y movilizó recursos para apoyar todo ello. Así que cuando la roya del café irrumpió allí en 2008, las instituciones cafeteras colombianas estaban preparadas. En menos de una década, transformaron radicalmente las plantaciones de café del país, arrancando las variedades susceptibles a la roya del café, sustituyéndolas por cultivares resistentes a la roya y apoyando a los caficultores durante la transición.
Sé que es difícil hacer inversiones a largo plazo cuando se afrontan necesidades acuciantes a corto plazo, y sabía que este proverbio no aliviaría la situación. En cambio, esperaba que sirviera de inspiración para que los sectores cafeteros de América Central empezaran a construir plataformas que les permitieran ser más resistentes una generación más tarde.
Y para el sector en general, empecé a abogar por algo que llamé Desarrollo Mundial del Caféuna agencia respaldada por la industria que hiciera por el desarrollo local en las comunidades cafeteras lo que el WCR hace por la mejora genética: trabajar con la industria para establecer prioridades sectoriales, proporcionar financiación inicial y ayudar a coordinar la inversión a escala para las inversiones precompetitivas y alineadas con el mercado que se necesitan en los lugares donde se cultiva el café.
En las últimas semanas he vuelto a pensar en ese proverbio y en el Desarrollo Mundial del Café, y el hilo que entrelaza ambos momentos es USAID.
USAID desempeñó un papel destacado en la respuesta a la crisis de la roya del café en Centroamérica en 2012/13. Esa respuesta comenzó en la década de 1980, como indica el documento de la época de Reagan que figura a continuación, pero, por desgracia para los productores centroamericanos, esas primeras inversiones no fueron suficientes para evitar los efectos catastróficos de la roya del café más de un cuarto de siglo después.
A principios de este mes, USAID fue noticia, y no en el buen sentido. El Secretario de Estado de Estados Unidos saltó a los titulares con un anuncio que supuso una decepción, si no una sorpresa: el cese efectivo de USAID. Era la crónica de una muerte anunciada, la conclusión natural de una campaña sostenida de desprestigio de la agencia y de su labor, en consonancia con un movimiento más amplio en Washington para desinvertir en bienes públicos.
Desde el punto de vista humanitario, el aspecto más trágico de esta decisión es sin duda sus implicaciones en el ámbito de la salud pública. Pero en el ámbito de la reducción de la pobreza basada en el mercado, sospecho que ninguna industria se verá más afectada que la del café, que se benefició, según mis cálculos, de cientos de millones de dólares de inversión de USAID en cafetales, agricultores y empresas agrícolas durante un periodo de al menos 40 años.
Al igual que la crisis de la roya del café en Centroamérica, que puso de manifiesto los problemas de gobernanza a los que nos enfrentamos cuando el sector se ve sacudido, el gigantesco sonido de succión procedente de la desinversión de 40.000 millones de dólares de Washington en desarrollo exterior parece pedir coordinación y financiación para garantizar la colaboración precompetitiva que el sector necesita, y que ya no obtendrá de USAID. ¿Ha llegado por fin el momento del Desarrollo Mundial del Café?
-- Michael Sheridan